miércoles, 27 de agosto de 2014

PROSA DEL OBSERVATORIO. En deuda con Cortázar



Puesta de sol en el Observatorio del Roque de los Muchachos (La Palma).
Foto: Carmen del Puerto.


Aún son alevines cuando remontan los ríos, en cuyas aguas dulces permanecen hasta el momento de su reproducción. Entonces se dirigen al mar en gran número y allí cambian de nombre, alcanzan la madurez. Son las angulas camino de ser anguilas de “la región de los Sargazos”. Julio Cortázar escribió sobre este ciclo inspirándose en un artículo publicado en Le Monde, París, el 14 de abril de 1971. Compuso así su Prosa del Observatorio*, un conjunto de metáforas de la ciencia que hablan de la afición a la astronomía de un sultán llamado Jai Singh; un sutil juego de imágenes, donde las anguilas del océano se confunden con estrellas en la noche y son contempladas desde los observatorios indios de Jaipur y Delhi.

Literatura y ciencia se fusionaron en Cortázar con tintes astronómicos, como también lo hicieron en otros autores. Dante describió en la Divina Comedia un universo fiel a las concepciones de su tiempo; Rafael Alberti dedicó versos al cometa Halley como testigo de excepción de sus dos últimas visitas; Jorge Luis Borges encerró todo el espacio cósmico en El Aleph; y Edgar Allan Poe intuyó en sus cuentos el misterio de un agujero negro, mientras que en Eureka esbozaba la teoría del Big Bang.

Ahora que se cumplen cien años del nacimiento de Julio Cortázar, he querido rendirle un humilde tributo con esta entrada que abría mi tesis doctoral y, al mismo tiempo, expresar mi agradecimiento al profesor, periodista y escritor Pedro Sorela por obligarme a leer Prosa del Observatorio, entre otras joyas de la literatura.



*CORTÁZAR, Julio. Prosa del Observatorio. Editorial Lumen. Barcelona, 1974 (e.o. 1972).