El Lago Rosa de Senegal. Foto: Carmen del
Puerto.
No es
falso color, sino la acción de una cianobacteria (Dunaliella salina) que
produce un pigmento rojo como mecanismo de defensa frente a los 325 gramos de
sal por litro de agua de este Mar Muerto africano, aparentemente teñido de
sangre. Lo llaman Lac Retba, “Lago
Rosa” en wolof, al norte de la península senegalesa de Cabo Verde -África es un
continente cromático en extremo- y separado del Océano Atlántico por una barrera
de dunas. El famoso rally París-Dakar
celebraba allí la etapa final de la competición.
Los
habitantes de la zona, de la etnia peul, viven
de explotar las toneladas de sal del lago. Los hombres (aunque cada vez más
mujeres), que pasan muchas horas sumergidos en estas aguas tan salinas y
corrosivas extrayendo la sal con palas y cargando las piraguas, deben
protegerse la piel con una crema de nueces de karité (árbol de mantequilla), hoy en día muy apreciada en
cosmética. En la orilla, las mujeres (ahora también hombres) descargan la sal
de las barcas y la apilan en montañas para su secado al sol antes de su
transporte y comercialización.
Aunque se
flota sin esfuerzo y su profundidad máxima es de sólo tres metros, personalmente
prefiero deleitarme con su mera contemplación a sumergirme en esta salmuera de
color rosa chicle, si bien la tonalidad varía con la estación y la luz solar. ¡Yo
no me bañaría en este lago ni untada en manteca!