martes, 24 de septiembre de 2013

SERIE BERLÍN: Al Pueblo Alemán


 Detalle del frontón del edificio del Reichstag en Berlín
con el lema Dem Deutschen Volke (“Al Pueblo Alemán”)
Foto: Laura PDP.


Querido Pueblo Alemán:

Os escribo no porque el planeta estuviera pendiente de vuestra decisión del pasado domingo ni porque vuestra particular Dama de Hierro, abogada de los “recortes” y de la austeridad, haya rozado la mayoría absoluta. Tampoco porque Alemania sea la potencia política y económica más influyente en Europa pese a haber perdido –ignominiosamente- dos guerras mundiales, ni porque tengáis la capital con más vergüenzas en su pasado reciente, hoy tan bien asumidas y enmendadas.

Os escribo no porque Gutenberg inventara la imprenta y diera nombre a una conocida galaxia, como sabemos los que hemos estudiado a Marshall McLuhan, un visionario de la presente y futura sociedad de la información. Os escribo no porque músicos, filósofos, físicos, escritores y cineastas, entre otros, os representen dignamente, ni porque hayáis tenido una de las estrellas más brillantes del firmamento, un ángel azul llamado Marlene Dietrich, aunque la actriz alemana terminara adoptando la nacionalidad estadounidense.

Os escribo porque sois un pueblo con mayúsculas, un gran Estado, heredero del Sacro Imperio Romano Germánico, especialmente después de que el reino de Prusia ganara la guerra a Francia, se anexionara los ducados y principados alemanes del Sur –excluyendo a Austria- y se creara en 1871 el Imperio alemán con dos indiscutibles nombres propios: el emperador Guillermo I, káiser del Segundo Reich, y el estadista Otto von Bismarck, otro conocido Canciller de Hierro de Sajonia.

Os escribo, en definitiva, por tan compleja Historia, porque sin duda sois una gran nación, con lengua propia, si bien se sabe que vuestro peculiar nacionalismo se construyó en su mayor parte gracias a las guerras napoleónicas, a las ideas del Romanticismo, a los cuentos populares de los hermanos Grimm y, sobre todo, a la vehemente labor de los propios historiadores alemanes del siglo XIX. Muchos son los ejemplos de falsificación de la Historia para alimentar el narcisismo colectivo, de reconstrucción de los hechos para probar la existencia continuada de una nación desde la antigüedad, incluso de la formulación de teorías para justificar la superioridad de una raza. Y con ello, no señalo a nadie, ni siquiera al Pueblo Alemán, pero invito a reflexionar sobre ello, al margen de las ideologías, como lo ha hecho la historiadora canadiense Margaret MacMillan en su libro Juegos peligrosos: usos y abusos de la Historia.

domingo, 15 de septiembre de 2013

SERIE BERLÍN: Si yo fuera Angela Merkel…

 
Torre del Rotes Rathaus (Ayuntamiento Rojo) de Berlín,
oculto tras varios silos de una empresa de construcción austriaca.
Foto: Carmen del Puerto.


Dicen las guías que el Ayuntamiento Rojo (Rotes Rathaus) de Berlín se llama así por el color de sus ladrillos, no por la ideología de su alcalde. Si bien es cierto que, hasta la reunificación de Alemania, la orientación política de las autoridades de Berlín Este era de un “rojo” intenso.

Si yo hubiera nacido hija de un pastor luterano con su ministerio en la Alemania de influencia soviética. Si hubiera militado en las Juventudes Comunistas de la RDA (República Democrática Alemana). Si hubiera estudiado Física en la Universidad de Leipzig y me hubiera doctorado con una tesis sobre química cuántica titulada “Influencia de la correlación espacial de la velocidad de reacción bimolecular de reacciones elementales en los medios densos”. Si hubiera presidido el partido alemán Unión Demócrata Cristiana. Si hubiera sido canciller de la República Federal de Alemania y la estadista más poderosa de la Unión Europea. En definitiva, si me llamara Angela Merkel…

No me presentaría a la reelección en 2013. Cambiaría la cancillería y el Bundestag (Cámara Baja del Parlamento alemán) por la alcaldía del Ayuntamiento Rojo de Berlín, cuyo aire renacentista italiano me inspira más que la moderna cúpula diseñada por el arquitecto inglés Norman Foster para coronar el Reichstag*. Y me haría famosa invitando a un “relaxing cup of café con leche” con acento alemán en la Alexanderplatz, la concurrida plaza aledaña.


*Nombre que recibía, antes de que Hitler lo disolviera, el Parlamento alemán y su edificio. El Reichstag fue incendiado en 1933 por los nazis, aunque se acusó de ello a comunistas y socialdemócratas.
 

sábado, 7 de septiembre de 2013

SERIE BERLÍN: Un muro que habla



 
Detalle de una abertura en los restos del Muro de Berlín conservados en Niederkirchnerstrasse.
Foto: Laura PDP.


No sé lo que pensarán los alemanes de que Shakespeare inspire esta entrada sobre su famoso muro, sobre todo siendo éste uno de los mayores atractivos turísticos de la ciudad de Berlín como genuino símbolo de la Guerra Fría. Pero tengo mis razones. En la comedia romántica Sueño de una noche de verano (Acto V, Escena 1), una grieta en un muro permite la comunicación entre Píramo y Tisbe, los dos jóvenes babilonios de la mitología greco-romana cuyas familias respectivas les habían prohibido amarse. El escritor inglés, amante del recurso del teatro dentro del teatro, rescata su drama –origen de Romeo y Julieta- dentro de la trama principal de la obra. La escena es representada grotescamente por humildes cómicos en las bodas de Teseo, rey de Atenas, e Hipólita, reina de las Amazonas.

Lo que me interesa destacar aquí es que el propio muro tiene un papel en la obra. Lo descubrí estudiando un verano en Cambridge. Allí me apunté a un curso sobre Shakespeare y los alumnos tuvimos que representar escenas de A Midsummer Night’s Dream. Dado mi precario nivel de inglés, me asignaron el papel más corto de la obra. Así que hice de Muro y, además de extender los dedos simulando una grieta por la que se besaban los amantes, intervenía en dos ocasiones con el siguiente texto en inglés antiguo y en verso:

That I, one Snout by name, present a wall;
And such a wall as I would have you think,
That had in it a crannied hole or chink,
Through which the lovers Pyramus and Thisbe,
Did whisper often, very secretly.
This loam, this roughcast, and this stone doth show
That I am that same wall; the truth is so:
And this the cranny is, right and sinister,
Through which the fearful lovers are to whisper.
(En este mismo intermedio acontece
Que yo, Hocico de nombre, represento un muro,
Y un  muro exactamente quisiera que os imaginarais,
Cuya pared tiene una grieta o un agujero,
Por entre la cual los amantes Píramo y Tisbe
Charlan a menudo muy secretamente.
Esta cal, esta argamasa y piedra representan
que soy el propio muro; tal es la verdad;
y por estas aberturas a derecha e izquierda,
cuchichean los amantes temerosos.)

And being done, thus Wall away doth go.
(Así, yo, Muro, he desempeñado ya mi parte,
Y habiéndose ésta concluido, se retira el Muro.)

Mi dicción no sería muy buena, pero todos alabaron mi maquillaje facial simulando una pared tapiada, mi camisa de cuadros a juego y un ladrillo de atrezzo.

Elocuencia en piedra

Si los muros hablan, el Muro de la Vergüenza es sin duda el más elocuente. Muchas imágenes lo demuestran. Reservo algunas de ellas para próximas entradas del bazar de la Metáfora. La imagen de hoy invita al voyerismo, aunque de la erótica del Muro, mejor no decir nada.