domingo, 31 de julio de 2016

La última fantasmagoría

En primer término, un praxinoscopio-zootropo, uno de los ingenios mostrados en la exposición "Fantasmagorías. La presencia de lo ausente", comisariada por el antropólogo Fernando Estévez; en el centro, un escaparate de la exposición y, a la derecha, trampantojo con motivo de la inauguración de la misma en la entrada del Museo de Historia y Antropología de La Laguna. Fotos: Carmen del Puerto.


Querido Fernando:

No eras Ferdinand de Saussure, pero sabes que me gustaba llamarte como al lingüista suizo, quizá porque tu colega Lévi-Strauss se inspiró en él para elaborar su compleja antropología estructuralista de El pensamiento salvaje o Las estructuras del parentesco. Lecturas que seguro guiarán a mi hija Maryola, aunque ahora ella no podrá contar con tu docta asesoría ni yo ser alumna tuya de Historia.

A mi saludo, siempre me respondías con tu habitual "¿Qué pasó, piba?", como queriendo acortar distancias entre tu brillantez intelectual y mi radiante ignorancia. Una expresión manifiesta prueba de canariedad, como hijo de La Orotava que eras, aunque tú siempre renegaste de nacionalismos excluyentes y demostraste tener conciencia planetaria, universal y atea. Aún tengo presentes tus palabras en las jornadas que organizamos sobre Viera y Clavijo con motivo del segundo centenario del ilustre canario. Tú, bajo una pantalla que anunciaba el título de las Jornadas -"Viera, un genio poliédrico"-, eclipsabas al personaje homenajeado -¡Arcediano de Fuerteventura!- y le robabas el apelativo de "genio" con aquella reflexión sobre "el buen salvaje", tan humanista, tan crítica y tan certera (ver resumen adjunto). Recuerdo que, al día siguiente, te escribí confesándote una vez más que cuanto más te conocía, más te admiraba, y que sentía que no hubiera habido más público en el Museo de la Ciencia y el Cosmos para escuchar la metáfora de la "fantasmagoría guanche". Me contestaste que no me preocupara por la falta de asistencia, que habrías dado la charla solo para mí. Me sentí tan privilegiada...

Como creador y director del “Máster en Museología y Gestión Cultural”, también engordaste mi vanidad contando conmigo para que aportara a los alumnos mi aún poca experiencia.

Me gustaba escucharte y no me cansaré de decirlo. Incluso cuando alargabas "algunas horas" la duración de las lecturas de tesis doctorales de cuyo tribunal formabas parte como profesor de la Universidad de La Laguna. Era tal tu erudición y tanto el conocimiento que querías compartir que no sabías poner el punto gramatical a tu discurso, hasta que la enfermedad sí supo poner punto y final a tu vida.

Coincidimos en muchas ocasiones: reuniones de directores de museos, inauguraciones de módulos y exposiciones, fiestas de Navidad... Unas cuantas fotografías y mensajes de correo electrónico rescatados de mi archivo refrescan mi memoria, invadida en estos momentos de melancolía. Recuerdo tu sencillez, complicidad y compañerismo. Compartimos experiencias en la vida y nos ayudamos frente a la adversidad, dentro de lo que llamabas "economía de guerra". Hasta conseguimos juntos financiación para algunos proyectos, aunque otros quedaron en el camino, como esa compleja "deconstrucción del mundo en siete días" que algunos no supieron valorar.

Comisionaste exposiciones tan originales y divertidas como “Souvenir, Souvenir. La colección de (los) turistas”, en el Museo de Historia y Antropología, en La Laguna, así como "El jardín de Jauja", en Casa de Carta, en Valle de Guerra. Para ello supiste rodearte, como siempre, de un buen equipo -incluida tu compañera, Mayte- que tuvo la gran suerte de trabajar a tu lado. También permitiste que "el Cosmos" saboreara parte del éxito de "Fantasmagorías", una insólita iniciativa, una magnífica exposición. ¡Cuánto me gustaría haber contado contigo en nuevos proyectos, como ahora que se cumplen 200 años del nacimiento de la Fotografía!

Hoy quisiera pensar que me engañan los sentidos, que tu muerte es una mera fantasmagoría, "la presencia de lo ausente", un oxímoron, ironía de la vida. ¿Fue aquella exposición un anuncio premonitorio? Sin querer parecer supersticiosa, podría pensarse que una suerte de maldición egipcia siguió a ese proyecto. Primero se fue Diego Giuliano, que quedó atrapado en aquella Cámara Oscura que él mismo diseñó. Ahora te has ido tú: bajaste engañado las escaleras hacia la cripta del trampantojo. Los dos estáis juntos en las fotos del Tuttilimundi, ese mundo en una caja que la gente podía conocer virtualmente a través de las imágenes. Seguro que os habréis encontrado en ese viaje imaginario, en algún lugar lejano, alejados del sufrimiento.

Aún mantenías cierto buen humor cuando me contabas por teléfono que te acababan de diagnosticar un cáncer de pulmón -¿por qué volviste a fumar, Fernando?-, pero en nuestra última conversación ya sólo me describías dolores difíciles de combatir.

Fuiste mi antropólogo favorito, como te escribí en mi último wasap. Quizá no llegaste a verlo, aunque espero que de alguna forma recibieras el galáctico abrazo que te enviaba. No pude dártelo en persona porque... te marchaste antes de tiempo.

Hace unos años por estas fechas -las desgracias se repiten en efemérides-, escribí sobre alguien que, como tú, también se fue "sin permiso". Y vuelvo a sentirme torpe buscando palabras que consuelen, que me consuelen y que, quizá, no existan.

A Mayte, cuyo dolor es sin duda mucho mayor que el mío.


"Los guanches y la buena conciencia colonial”.
Por FERNANDO ESTÉVEZ (Museo de Historia y Antropología/ULL).

RESUMEN:
Los indígenas de Canarias figuran entre las primeras etapas de la toma de conciencia europea de la existencia del "Otro". Por tanto, entraron pronto en los debates sobre la naturaleza humana, en esa "unidad en la diversidad" que inauguró la reflexión antropológica. Pero también entraron a formar parte del proceso de diferenciación de pueblos, razas y culturas que ha caracterizado a la civilización europea desde los inicios de su expansión colonial. Las Islas Canarias, sus indígenas, son también, en consecuencia, el resultado de la mirada imperial con la que Europa fue construyendo sus islas utópicas y sus paraísos perdidos al tiempo que clasificaba, jerarquizaba y sometía a los "otros". La obra de Viera y Clavijo, la primera visión moderna de los aborígenes canarios, se sitúa precisamente en la tensión entre su defensa y la inevitabilidad de su desaparición, los dos polos en los que se mueve el humanismo burgués en relación a los “otros”, a los no europeos, no blancos, no cristianos. Desaparecidos para Viera, los aborígenes tuvieron una existencia imaginaria, retornando como fantasmas, una y otra vez, a lo largo de la historia de las islas.


martes, 8 de marzo de 2016

“Mi querida Henrietta, que estás en los cielos…”


DÍA INTERNACIONAL DE LAS MUJERES

 Henrietta Swan Leavitt, a la derecha, acompañada de Annie Jump Cannon.
Crédito: Harvard College Observatory.

Mi querida Henrietta, que estás en los cielos, seguro que del Hemisferio Sur, entre las estrellas Cefeidas de las Nubes de Magallanes, aquellas que tanto analizaste sin llegar a verlas directamente con telescopios. Te enamoraste de puntos negros en frías placas fotográficas sabiendo que en realidad eran grandes soles. También sabías de sus secretos. Cuando ya habías perdido el oído, te dejaste la vista en ellos para la gloria de algunos hombres.

Espero que la otra vida te trate mejor que la primera, que puedas escuchar la música que tanto amabas, que no te devore ninguna enfermedad, que admiren con reconocimiento tu trabajo y que no te eclipsen las otras estrellas, sean del género que sean. 

También espero que te acompañe tu gran amiga, Annie Jump Cannon, a quien tanto entristeció tu muerte así como la injusticia que te rodeó en vida. Con esta carta te envío un recuerdo, una foto antigua, hallada recientemente, en la que posáis las dos juntas para la eternidad.

Te escribo esta carta porque hoy es el Día Internacional de las Mujeres aquí en la Tierra y porque hace 100 años se publicaron unos resultados que nos permitieron dimensionar el Universo en que vivimos. Aquel artículo que no pudiste firmar porque otro, tu jefe, lo hizo en tu lugar, aunque, eso sí, te mencionaba entre líneas. 

Me inspiraste una obra de teatro, luego un blog y ahora esta carta. Siempre estaré en deuda contigo, y por eso te escribo, para que sepas que, aquí en la Tierra, poco a poco se te va descubriendo y yo seguiré honrando tu memoria. Puede que, incluso, escriba a la Fundación Nobel para que te otorguen el premio que hace un siglo te ofrecieron, y que no recibiste por estar ya muerta. Quizá, ahora, que también se dan a título póstumo, tengas más suerte.

Página de "El blog de Henrietta": 

Página de "Bonjour, Madame!":