domingo, 9 de noviembre de 2014

SERIE BERLÍN: El día que yo nací...

Placa que recuerda la existencia del Muro de Berlín durante casi treinta años.
Foto: Carmen del Puerto.

Un 13 de agosto de 1961 se levantaba el Muro de Berlín, el Muro de la Vergüenza, mientras mi madre, con un diagnóstico de placenta previa, me paría por cesárea. Ella me recordaba esta efeméride histórica que de algún modo deslucía mis fiestas de cumpleaños: la imposición de una cruel frontera que separaría el Este del Oeste en la Alemania de la Guerra Fría. Afortunadamente, el Muro cayó la noche del 9 de noviembre de 1989, poniendo fin a casi treinta años de ignominia. Y hasta agosto de 2013 tuve una deuda pendiente: comprobar personalmente que el muro ya no existía para que dejara de pesar sobre mi conciencia haber nacido tan nefasto día para la Humanidad. Hoy me sumo a la alegría de los festejos que conmemoran el 25 aniversario de su caída.

miércoles, 27 de agosto de 2014

PROSA DEL OBSERVATORIO. En deuda con Cortázar



Puesta de sol en el Observatorio del Roque de los Muchachos (La Palma).
Foto: Carmen del Puerto.


Aún son alevines cuando remontan los ríos, en cuyas aguas dulces permanecen hasta el momento de su reproducción. Entonces se dirigen al mar en gran número y allí cambian de nombre, alcanzan la madurez. Son las angulas camino de ser anguilas de “la región de los Sargazos”. Julio Cortázar escribió sobre este ciclo inspirándose en un artículo publicado en Le Monde, París, el 14 de abril de 1971. Compuso así su Prosa del Observatorio*, un conjunto de metáforas de la ciencia que hablan de la afición a la astronomía de un sultán llamado Jai Singh; un sutil juego de imágenes, donde las anguilas del océano se confunden con estrellas en la noche y son contempladas desde los observatorios indios de Jaipur y Delhi.

Literatura y ciencia se fusionaron en Cortázar con tintes astronómicos, como también lo hicieron en otros autores. Dante describió en la Divina Comedia un universo fiel a las concepciones de su tiempo; Rafael Alberti dedicó versos al cometa Halley como testigo de excepción de sus dos últimas visitas; Jorge Luis Borges encerró todo el espacio cósmico en El Aleph; y Edgar Allan Poe intuyó en sus cuentos el misterio de un agujero negro, mientras que en Eureka esbozaba la teoría del Big Bang.

Ahora que se cumplen cien años del nacimiento de Julio Cortázar, he querido rendirle un humilde tributo con esta entrada que abría mi tesis doctoral y, al mismo tiempo, expresar mi agradecimiento al profesor, periodista y escritor Pedro Sorela por obligarme a leer Prosa del Observatorio, entre otras joyas de la literatura.



*CORTÁZAR, Julio. Prosa del Observatorio. Editorial Lumen. Barcelona, 1974 (e.o. 1972).

sábado, 8 de marzo de 2014

EL BLOG DE HENRIETTA


“Mi querida Henrietta, que estás en los cielos…”


DÍA INTERNACIONAL DE LAS MUJERES

 Henrietta Swan Leavitt, a la derecha, acompañada de Annie Jump Cannon.
Crédito: Harvard College Observatory.

Mi querida Henrietta, que estás en los cielos, seguro que del Hemisferio Sur, entre las estrellas Cefeidas de las Nubes de Magallanes, aquellas que tanto analizaste sin llegar a verlas directamente con telescopios. Te enamoraste de puntos negros en frías placas fotográficas sabiendo que en realidad eran grandes soles. También sabías de sus secretos. Cuando ya habías perdido el oído, te dejaste la vista en ellos para la gloria de algunos hombres.

Espero que la otra vida te trate mejor que la primera, que puedas escuchar la música que tanto amabas, que no te devore ninguna enfermedad, que admiren con reconocimiento tu trabajo y que no te eclipsen las otras estrellas, sean del género que sean.

También espero que te acompañe tu gran amiga, Annie Jump Cannon, a quien tanto entristeció tu muerte así como la injusticia que te rodeó en vida. Con esta carta te envío un recuerdo, una foto antigua, hallada recientemente, en la que posáis las dos juntas para la eternidad.

Te escribo esta carta porque hoy es el Día Internacional de las Mujeres aquí en la Tierra y porque hace 100 años se publicaron unos resultados que nos permitieron dimensionar el Universo en que vivimos. Aquel artículo que no pudiste firmar porque otro, tu jefe, lo hizo en tu lugar, aunque, eso sí, te mencionaba entre líneas.

Me inspiraste una obra de teatro, luego un blog y ahora esta carta. Siempre estaré en deuda contigo, y por eso te escribo, para que sepas que, aquí en la Tierra, poco a poco se te va descubriendo y yo seguiré honrando tu memoria. Puede que, incluso, escriba a la Fundación Nobel para que te otorguen el premio que hace un siglo te ofrecieron, y que no recibiste por estar ya muerta. Quizá, ahora, que también se dan a título póstumo, tengas más suerte.

(Esta entrada fue publicada en 2012 en la página "El blog de Henrietta", dentro de mi blog "El bazar de la Retórica": http://elbazardelaretorica.blogspot.com.es/p/el-blog-de-henrietta.html)

domingo, 9 de febrero de 2014

“RELATO DE UN NÁUFRAGO”

Detalle de Un náufrago (1890), obra en yeso patinado del escultor Mateo Inurria.
Museo de Bellas Artes de Córdoba.
Foto: Carmen del Puerto.


Estuvo diez días a la deriva en alta mar, hasta que Gabriel García Márquez lo rescató del olvido. El marinero de la armada colombiana entró entonces en todas las facultades de Periodismo. Los incondicionales de Manuel Leguineche y alumnos de Pedro Sorela no sólo supimos de aquella odisea caribeña, testimonio de soledad y manual de supervivencia. “Relato de un náufrago” contenía, además, las claves del reportaje perfecto, el género periodístico que mejor interacciona con la literatura.

También aprendimos que los gobiernos mienten y que se paga un alto precio por contar la verdad. Tras el reportaje, que ponía en evidencia a la dictadura militar colombiana, se clausuró El Espectador, periódico que lo había publicado por entregas, antes de convertirse en best seller; se marginó al protagonista, Luis Alejandro Velasco, pese haber sido "proclamado héroe de la patria, besado por las reinas de la belleza y hecho rico por la publicidad"; y se condenó al exilio en París al periodista autor de Cien años de soledad que obtendría el Premio Nobel de Literatura en 1982.

¡Cuánto magisterio! ¡Cuánta generosidad! Imposible no estar en deuda con todos los nombres propios que hoy rescato en “El bazar de la Metáfora”. Porque también ellos nos “salvaron” permitiéndonos alcanzar la orilla, aferrados a un mástil, como el náufrago de Mateo Inurria.