Impersonal.
Foto: Carmen del Puerto.
Estudiaba BUP, discutía
sobre Filosofía y amaba a los presocráticos. Fueron años de muchas lecturas. Y,
como a tantos, me engancharon las utopías literarias, desde La República de Platón o La Ciudad de Dios de San Agustín hasta La conquista del pan de Kropotkin. Fue entonces
cuando se produjo mi primer encuentro con Orwell y Huxley, referentes
intelectuales a lo largo de mi vida. El teórico del mundo de la comunicación Neil
Postman* acaba de rescatarlos en mi memoria. Y lo ha hecho con su Divertirse hasta morir, un manual de los
ochenta sobre la cultura del entretenimiento y el fenómeno de la televisión en
Estados Unidos que a mi juicio no ha perdido actualidad, sobre todo si también aplicamos
sus conclusiones a nuestra geografía y a los medios digitales contemporáneos. De
su demoledor análisis, hoy comparto en el bazar de la Metáfora algunas ideas de
su prefacio comparando las antológicas novelas 1984 y Un mundo feliz.
Orwell y Huxley no
profetizaron lo mismo. El primero nos advertía de que seríamos vencidos por la
opresión impuesta exteriormente. El segundo nos demostraba que no se requería
un Hermano Mayor para privar a la gente de su autonomía, de su madurez y de su
historia. La humanidad llegaría a amar su opresión y a adorar las tecnologías
que anularan su capacidad de pensar.
Orwell temía a
aquéllos que pudieran prohibir libros. Huxley, que no hubiera razón alguna para
prohibirlos, debido a que nadie tuviera interés en leerlos.
Orwell temía a los que
pudieran privarnos de información. Huxley, a los que llegaran a brindarnos
tanta que pudiéramos ser reducidos a la pasividad y al egoísmo.
Orwell temía que nos
fuera ocultada la verdad. Huxley, que la verdad fuera anegada por un mar de
irrelevancia.
Orwell temía que nos
convirtiéramos en una cultura cautiva. Huxley, que nuestra cultura se
transformara en algo trivial, preocupada únicamente por algunos equivalentes de
sensaciones varias.
Orwell temía el
control infligiendo dolor. Huxley, el control suministrando placer.
Orwell temía que lo
que odiamos terminara arruinándonos. Huxley, que aquello que amamos llegara a
ser lo que nos arruinara.
Te invito a juzgar,
como Postman, quién acertó más en su profecía y si la cultura deviene en
prisión o en parodia.
*POSTMAN, Neil. Divertirse
hasta morir. El discurso público en la era del “show business”. Ediciones
de la Tempestad. Barcelona, 1991. Pp. 5-6.
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