viernes, 16 de agosto de 2013

UTOPÍAS Y DISTOPÍAS: ¿Acertaron los profetas?


Impersonal.
Foto: Carmen del Puerto.

Estudiaba BUP, discutía sobre Filosofía y amaba a los presocráticos. Fueron años de muchas lecturas. Y, como a tantos, me engancharon las utopías literarias, desde La República de Platón o La Ciudad de Dios de San Agustín hasta La conquista del pan de Kropotkin. Fue entonces cuando se produjo mi primer encuentro con Orwell y Huxley, referentes intelectuales a lo largo de mi vida. El teórico del mundo de la comunicación Neil Postman* acaba de rescatarlos en mi memoria. Y lo ha hecho con su Divertirse hasta morir, un manual de los ochenta sobre la cultura del entretenimiento y el fenómeno de la televisión en Estados Unidos que a mi juicio no ha perdido actualidad, sobre todo si también aplicamos sus conclusiones a nuestra geografía y a los medios digitales contemporáneos. De su demoledor análisis, hoy comparto en el bazar de la Metáfora algunas ideas de su prefacio comparando las antológicas novelas 1984 y Un mundo feliz.

Orwell y Huxley no profetizaron lo mismo. El primero nos advertía de que seríamos vencidos por la opresión impuesta exteriormente. El segundo nos demostraba que no se requería un Hermano Mayor para privar a la gente de su autonomía, de su madurez y de su historia. La humanidad llegaría a amar su opresión y a adorar las tecnologías que anularan su capacidad de pensar.

Orwell temía a aquéllos que pudieran prohibir libros. Huxley, que no hubiera razón alguna para prohibirlos, debido a que nadie tuviera interés en leerlos.
Orwell temía a los que pudieran privarnos de información. Huxley, a los que llegaran a brindarnos tanta que pudiéramos ser reducidos a la pasividad y al egoísmo.
Orwell temía que nos fuera ocultada la verdad. Huxley, que la verdad fuera anegada por un mar de irrelevancia.
Orwell temía que nos convirtiéramos en una cultura cautiva. Huxley, que nuestra cultura se transformara en algo trivial, preocupada únicamente por algunos equivalentes de sensaciones varias.
Orwell temía el control infligiendo dolor. Huxley, el control suministrando placer.
Orwell temía que lo que odiamos terminara arruinándonos. Huxley, que aquello que amamos llegara a ser lo que nos arruinara.

Te invito a juzgar, como Postman, quién acertó más en su profecía y si la cultura deviene en prisión o en parodia.
 
*POSTMAN, Neil. Divertirse hasta morir. El discurso público en la era del “show business”. Ediciones de la Tempestad. Barcelona, 1991. Pp. 5-6.

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