sábado, 9 de noviembre de 2013

CRÓNICAS DE CINE: “Alto como un baobab”



  Paisaje saheliano del norte de Camerún.
Foto: Carmen del Puerto.

Caerse de un árbol tan literario puede arruinar una infancia, cuando no toda una vida. La película senegalesa de Jeremy Teicher Alto como un baobab (2012), presentada en el último Festival de Cine Africano de Córdoba, ilustra esa contingencia con un complejo drama familiar inspirado en hechos reales. En el bazar de la Metáfora quiero rendir homenaje a tan exquisita película y a tan magnífico festival.

 
Fotograma de la película Alto como un baobab (Jeremy Teicher, 2012).
 
Me habría gustado escribir esta historia, contarla en imágenes, rodarla en un pueblo de Senegal, con sus habitantes convertidos en actores de su propia vida. ¡Cuánto habría dado por tener ante la cámara a Coumba y a Deba, hermanas inseparables en la ficción y en la realidad, y admirar de cerca el coraje de la mayor por evitar el fatal destino de su hermana pequeña, que tan sanamente la envidia! Coumba proyecta seguir sus estudios universitarios en la ciudad y promete a su hermana que ella también podrá hacer lo mismo. Me habría enamorado del noble Amady, el amigo cómplice en el plan de Coumba que se presta a ayudarla y no sólo cuidando el ganado por ella.

Habría intentado comprender a esa madre, tan resignada como hermosa, que asume sin resistencia la voluntad de su marido. También a ese padre de familia, obligado a pactar por dinero la boda de su hija pequeña, de tan sólo 11 años, con un hombre de avanzada edad. En principio, se trataba de hacer frente a los gastos hospitalarios de su hijo mayor, Sileye, tras caerse del baobab y quedar fuera de juego en la economía familiar. Después, cuando Coumba cree haber resuelto la situación, nos encontramos con que el padre no puede defraudar a la comunidad y a su imam incumpliendo su palabra.

También querría haber debatido con el maestro local si la escuela es realmente el enemigo de la familia, como creen en ese tradicional pueblo senegalés, hasta el punto de enfrentar a escolares y padres cuando estos últimos se obstinan en que prevalezcan las costumbres sobre la razón.

Sí, me habría gustado haber hecho esta película, pero se me adelantó Jeremy Teicher. ¡Cuánto le envidio! Quizá yo hubiera cambiado el final, con la esperanza más nítida en el horizonte, pero no habría reflejado tan acertadamente el sentimiento de frustración y la tensión entre el peso de la tradición y los derechos humanos. Aquí no caben relativismos culturales por los que debamos respetar los matrimonios infantiles. Los niños son niños en todos los continentes y nadie tiene derecho a robarles la infancia, ni por la tradición, ni por el cumplimiento de la palabra dada, ni por necesidades de subsistencia. Incluso en este último caso, que podría encontrar alguna suerte de justificación, me resisto a creer que los seres humanos no seamos capaces de hallar otras soluciones. ¿Tan inútiles somos?

Página del director:

Página del Festival de Cine Africano de Córdoba:
http://www.fcat.es/FCAT/ 

2 comentarios:

  1. Que historia tan conmovedora...M&M

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  2. Una historia preciosa, real y conmevodara, como la vida misma en muchas de las comunidades vecinas...si digo vecinas, porque la ceguera que tenemos para lo que nos interesa, no resta importancia al hecho de que realmente son nuestros vecinos y hermanos quien tienen que luchar demasiado para tener lo que otros vecinos derrochan y malgastan¡¡

    Siempre digo y esta es una historia mas, que Africa es un continente además de muy diverso regado de ingenuidad, lo que hace que estas y otras historias nos lleguen directas aL corazón.

    Gracias Carmen, por hacer una reflesxión tan bonita de esta pelicula, es un lujo parael Fcat tener espectadores con una mirada como la vuestra tan sabia, culta y útiles .Para mi es el mejor de los premeios. Para ti el GRIOT LITERARIO¡¡

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