Placa que recuerda la existencia del Muro de
Berlín durante casi treinta años.
Foto: Carmen del Puerto.
Un 13 de agosto de 1961 se levantaba el Muro de Berlín,
el Muro de la Vergüenza, mientras mi madre, con un diagnóstico de placenta
previa, me paría por cesárea. Ella me recordaba esta efeméride histórica que de
algún modo deslucía mis fiestas de cumpleaños: la imposición de una cruel
frontera que separaría el Este del Oeste en la Alemania de la Guerra Fría.
Afortunadamente, el Muro cayó la noche del 9 de noviembre de 1989, poniendo fin
a casi treinta años de ignominia. Y hasta agosto de 2013 tuve una deuda
pendiente: comprobar personalmente que el muro ya no existía para que dejara de
pesar sobre mi conciencia haber nacido tan nefasto día para la Humanidad. Hoy
me sumo a la alegría de los festejos que conmemoran el 25 aniversario de su
caída.
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