domingo, 1 de septiembre de 2013

SERIE BERLÍN: Líneas de fuga



 

Monumento del Holocausto, en Berlín.
Fotos: Carmen del Puerto.


Entro, me hundo, me pierdo. Salgo, respiro, me encuentro. Ni una meta, ni un fin, ni un camino, ni hacia fuera, ni hacia dentro. Abstracción pura, sin sonido. Geometría sabiamente proyectada. Falsa simetría sobre un firme ondulante. Una matriz cúbica llena de angustia y de vacío. En cada arista, un recuerdo. Allí están, ni vivos ni muertos. Líneas de fuga convergentes en la distancia. Perspectiva de futuro. Horizonte de esperanza.

Sentimientos que sugieren las 2.711 estelas de hormigón erigidas sobre 19.073 metros cuadrados, cerca de la Puerta de Brandenburgo, para honrar a los seis millones de judíos exterminados por el régimen nazi. 2.711 “ataúdes” sobre la vivienda del ministro de Propaganda del Tercer Reich. ¡Ay, si Goebbels levantara la cabeza…! 2.711 bloques representando otras tantas páginas del Talmud hebreo. 2.711 muestras de la buena voluntad de una Alemania que, enfrentada a su pasado, entierra así la retórica antisemita de Hitler, si bien los judíos no fueron las únicas víctimas de la barbarie.

En este bosque de prismas, laberinto de poliedros, diseñado por el arquitecto estadounidense Peter Eisenman, los turistas se retratan y los niños corren, jugando a esconderse, ajenos al drama que el conjunto simboliza. Con tantas sonrisas y sesiones fotográficas, la solemnidad del Monumento del Holocausto se pierde. Quizá sea mejor así.

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